EL GRADO DE MAESTRO O EL ESTADIO
TEOLÓGICO
El grado tercero, o de
maestro, constituía el coronamiento de la iniciación masónica. Se
consideran como propios del mismo «los estudios filosóficos y
teológicos más elevados, y muy especialmente la inmortalidad del
alma».
El núcleo del drama
representado en rito de iniciación al grado de maestro giraba en torno
a la muerte y resurrección de Hiram, donde quien era iniciado
interpretaba al personaje de Hiram del que se ocupa la Biblia en el
libro de los Reyes (7, 13-48). Hiram era hijo de un tirio, obrero del
bronce, y de una viuda de la tribu de Neftalí. El rey Salomón le
contrató para trabajar en construcción del templo. Hiram colocó las
columnas delante del vestíbulo del santuario y a la de la derecha le
puso por nombre Jakin, y a la de la izquierda Boaz (I, Reyes, 7,
21-22). Jakin era el nombre del gran sacerdote asistente que ofició en
la consagración del templo, en tanto que Boaz (Booz) era el bisabuelo
del rey David. Otros autores prefieren la traducción hebrea de Jakin:
«Él establecerá» y Boaz: «En la fuerza». Palabras que unidas
significarían «Dios estableció en la fuerza, sólidamente, el templo».
A veces se establecieron atrevidas analogías entre la leyenda de Hiram
y la narración de la muerte-resurrección de Jesús, evocando a la vez
los mitos de Adonis, Proserpina, Osiris y de otros personajes
legendarios.
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Escena de la muerte del maestro Hiran. Año 1848, colección Manshell,
Londres |
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Según describe la leyenda masónica, el rey Salomón había
confiado a un arquitecto llamado Hiram, de origen tirio, la dirección
de las conteras para la construcción del Templo de Jerusalén. Este
arquitecto fenicio estableció una escala jerárquica entre los
constructores que tenía a sus órdenes dividiéndolos en aprendices,
compañeros y maestros. Una palabra misteriosa permitía a los maestros
reconocerse entre sí y distinguirse de los demás. Un día, cuando Hiram
inspeccionaba a solas el estado de los trabajos, tres compañeros
criminales le tendieron una emboscada para tratar de arrancarle
aquella palabra y, ante su negativa, lo asesinaron. El primero le
golpeó con su regla, el segundo con su escuadra y el tercero lo
derribó de un mazazo en plena frente. Los masones fieles, al cabo de
una búsqueda dolorosa, descubrieron el cadáver en un otero del que
brotaba una rama de acacia. La leyenda termina con la resurrección del
cadáver de Hiram, gracias a la realización de ciertos gestos rituales.
Los criminales de la leyenda representaban la ignorancia, el fanatismo
y la ambición, por tanto, la instrucción, la tolerancia y el
perfeccionamiento moral debían ser los pilares fundamentales del
Templo de Salomón. El edificio a construir, simbolizado por dicho
Templo, exigía la muerte del hombre viejo y un renacer de un hombre
nuevo.
En distintos rituales, la
leyenda de Hiram se asociada a determinadas comprensiones
astrológicas, emparentadas con la posición del sol respecto a la
tierra. Los tres malos compañeros que asesinaron a Hiram, le
impidieron huir del Templo de Salomón cerrándole el paso por las
puertas del sur, de occidente y de oriente sucesivamente (J. y C.
Ruiz, Ritual del Maestro Masón…, o. c., pp. 58-60). En esos
tres puntos le asestaron un golpe con la regla, la escuadra y el
mallete, respectivamente, hasta que cayó muerto en oriente. Los tres
viajes realizados en la huida eran vinculados a la marcha del sol, que
desaparecía en otoño para luego recuperarse en las estaciones
siguientes: «Este astro (el sol) recibe el primer golpe a la puerta
del Sur, porque su brillo esplendoroso de los días de estío disminuye
a la llegada del equinoccio de otoño: a la puerta del Norte recibe el
segundo golpe, o sea el decrecimiento progresivo del día, y por fin el
golpe mortal a la puerta de Oriente, donde tiene lugar su menor
duración o solsticio de invierno. El Sol, con Hiram, muere
aparentemente para mostrarse luego con nuevo vigor» (J. y C. Ruiz,
Ritual del Maestro Masón…, o. c., pp. 71). Todos los rituales
coincidieron en otorgar una dimensión cosmológica al mito de Hiram,
personaje al que frecuentemente identificaron con el sol y el triunfo
definitivo de la luz.
Con el grado de maestro se
cerraba el ciclo formativo de la masonería simbólica, que atendía las
tres dimensiones fundamentales del hombre: ética, intelectual y
teológica. Los distintos ritos practicados en España se componían de
grados superiores variados, que no tenían otra misión que la de hacer
comprender el esoterismo de los tres grados simbólicos. Algunos de
ellos continuaron desarrollando la leyenda de Hiram, otros se
inspiraron en el iluminismo alemán, en el templarismo, en la cábala,
en el rosacrucismo o en otros motivos diversos.
Con el fin de evitar
confusiones terminológicas entre el cargo de maestro y el grado del
mismo nombre, durante el gran maestrazgo del Duque de Clermont el
presidente de la logia pasó a denominarse Venerable Maestro.
Extractado de: Pedro Álvarez Lázaro S.
J. (Universidad pontifica de Comillas), La Masonería Escuela de
Formación del Ciudadano. La educación interna de los masones españoles
en el último tercio de siglo XIX, Madrid, 1996, pp. 240-255.
Bibliografía citada:
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